De pequeños aprendimos que teníamos que honrar a nuestros padres, y parece que en los tiempos que corren, si eres medianamente respetuoso con ellos, y los cuidas adecuadamente en su vejez, eres un hijo excelente, modélico diría yo. Pero, ¿que es honrar a nuestros padres?.
Yo me he pasado años enfadada con los míos.
Cuando acudía a mis cursos de formación o a talleres de crecimiento, casi todos teníamos algún reproche, muy justificado desde nuestro punto de vista, que hacer a nuestros padres. Es cierto que había personas que tenían razones muy dolorosas para sentirse enfadadas, pero para la mayoría de adultos, este enfado era un salvoconducto para el victimismo y la inmadurez.
A mi me ha costado un gran esfuerzo crecer, a muchos nos resulta confuso y difícil, pero hace ya tiempo comprendí que estoy entretejida de mis padres, para bien o para mal. Soy lo que he ido construyendo a partir de ellos, con su amor y desamor, con su respeto y su rechazo, con su dulzura y su amargura, con su bondad y su maldad, con su sabiduría y su ignorancia.
Cuando de una forma efectiva, comencé a hacerme responsable de mi vida y me dí cuenta de que lo qué hiciese con todo ese bagaje, era cosa mía, y que ademas, no servia de nada buscar culpables de mis heridas de guerra, es cuando yo creo que comencé a honrarlos de verdad.
Estar enfadados con nuestros padres sin utilizar la potencialidad del dolor para construirnos, nos hace esclavos del resentimiento, y como consecuencia, nuestras decisiones carecerán de la necesaria libertad.
Yo creo que el dolor va pasando de generación en generación, y aquel que sufre y no comprende, hace sufrir a otros, y así sucesivamente en una cadena sin fin. Y esto podemos verificarlo todos los días: acoso, maltrato, terrorismo, guerras inacabables.
Para mi honrar a nuestros padres, no es perdonarlos, ni vengarlos; yo creo que es romper la cadena, conseguir que su legado de dolor, de impotencia y de sufrimiento, se transforme a través nuestro, en valor y en amor, en fuerza y solidaridad, en compasión y en generosidad.
Me gusta pensar que honrarlos, es recibir el mensaje, escuchar el grito de socorro que a través del tiempo, nos envían nuestros padres, y los padres de nuestros padres, y los padres de los padres de nuestros padres...
"Crecer con la herida" ha sido mi talismán, mi reto vital, y ahora puedo sentir cuanto he querido y quiero a mis padres, que su vida fue necesaria y valiosa, que me dieron la oportunidad de vivir y que ahora, dar lo mejor de mi, es cosa mía.Yo me he pasado años enfadada con los míos.
Cuando acudía a mis cursos de formación o a talleres de crecimiento, casi todos teníamos algún reproche, muy justificado desde nuestro punto de vista, que hacer a nuestros padres. Es cierto que había personas que tenían razones muy dolorosas para sentirse enfadadas, pero para la mayoría de adultos, este enfado era un salvoconducto para el victimismo y la inmadurez.
A mi me ha costado un gran esfuerzo crecer, a muchos nos resulta confuso y difícil, pero hace ya tiempo comprendí que estoy entretejida de mis padres, para bien o para mal. Soy lo que he ido construyendo a partir de ellos, con su amor y desamor, con su respeto y su rechazo, con su dulzura y su amargura, con su bondad y su maldad, con su sabiduría y su ignorancia.
Cuando de una forma efectiva, comencé a hacerme responsable de mi vida y me dí cuenta de que lo qué hiciese con todo ese bagaje, era cosa mía, y que ademas, no servia de nada buscar culpables de mis heridas de guerra, es cuando yo creo que comencé a honrarlos de verdad.
Estar enfadados con nuestros padres sin utilizar la potencialidad del dolor para construirnos, nos hace esclavos del resentimiento, y como consecuencia, nuestras decisiones carecerán de la necesaria libertad.
Yo creo que el dolor va pasando de generación en generación, y aquel que sufre y no comprende, hace sufrir a otros, y así sucesivamente en una cadena sin fin. Y esto podemos verificarlo todos los días: acoso, maltrato, terrorismo, guerras inacabables.
Para mi honrar a nuestros padres, no es perdonarlos, ni vengarlos; yo creo que es romper la cadena, conseguir que su legado de dolor, de impotencia y de sufrimiento, se transforme a través nuestro, en valor y en amor, en fuerza y solidaridad, en compasión y en generosidad.
Me gusta pensar que honrarlos, es recibir el mensaje, escuchar el grito de socorro que a través del tiempo, nos envían nuestros padres, y los padres de nuestros padres, y los padres de los padres de nuestros padres...
Buenas noches Nyambol,
ResponderEliminarsí, "crecer con la herida", porque no se puede vivir de ella para siempre, verdad?...cuanta culpa hemos echado a nuestros padres por casi todo aquello que nos atormenta...si nos pasa algo..., es por aquello- No-, hay que liberar esa culpa cautiva, que no es mas que miedo a encontrarnos, pura agorafobia de ver que el único responsable de mi felicidad soy yo mismo.
Te sigo..., continúa por favor.
Además, yo creo que para ser un buen padre, hay que llegar a esto. El MIEDO a cometer los errores que se supone han cometido con nosotros, llegar a tener la relación insana con nuestros hijos que se tiene con nuestros padres, responsabilizarlos de nuestro presente y no darnos cuenta de cuando deberíamos haber tomado el control... puede paralizarnos. Esto puede crear un sentimiento de culpa aun antes de ser padres de nadie: cómo voy a ser yo un buen padre con la responsabilidad que es... y si le educo muy cruel, y si le doy demasiado, y si no le doy lo suficiente, y si..... SIN OLVIDAR que ser padre es toda una responsabilidad que no hay que tomar a la ligera!
ResponderEliminarEl otro día escuché un comentario que decía que cuando se es madre, es cuando llegas a comprender aquellas cosas que tanto nos "cabreaban" de nuestos padres. Es verdad muchas veces me veo a mí misma cometiendo las mismas faltas y me digo a mí misma "qué poca paciencia te tuve, madre.....qué poca paciencia nos tenemos los unos a los otros, y comprendo tantas cosas que en su momentos no lo resistía..."
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