Estoy leyendo la última novela de Katherine Pancol "El vals lento de las tortugas", continuación de "Los ojos amarillos de los cocodrilos", y las palabras de su protagonista Joséphine, me han llegado profundamente.
"Lo que yo querría es que todo volviese a ser como antes. Que Iris me quisiera, que nos fuésemos de vacaciones las dos, que ella fuera la más guapa, la más brillante, la más elegante; (...) Me gustaría ser de nuevo la hermana que no cuenta para nada..."
Cuando caminamos por la vida, transformándonos, descubriéndonos, hay pérdidas que nos resultan irreparables, cuyo duelo nos resulta muy difícil traspasar.
¡Hay personas a las que amamos tanto tiempo, tan profunda y entregadamente!... hermanas, hermanos, padres, madres, hijos... parejas, amigos... y nos hemos acomodado a una forma de estar con ellos, de tratarlos y de ser tratados... y sufrimos las heridas de su "cariño" como parte de ese afecto que consideramos "mutuo"... y su sonrisa, su gracia, su sentido del humor, su inteligencia, su brillo... nos gustan, ¡nos inspiran tanto amor!... que "no vemos".
Pero los vientos de la vida, ¡tan sabios!, ¡tan mágicos!, guiados por nuestro poder interno... nos depositan en lugares inexplorados, llenos de promesas y regalos... y nos traen una nueva sabiduría... pero a cambio "vemos"... y ese nuevo mirar nos destroza el corazón...
Descubrir y vivir con la envidia destructiva de personas a las que amamos mucho... sentir su rechazo y su aparente "desprecio"... sentir sus celos por nuestra brillantez, por nuestra felicidad, por nuestro éxito... ¡nos hiere profundamente!........ ¡y quisiéramos recuperar lo perdido!.... ¡y volver a sentir de la misma forma!....... pero es imposible....
La lección más valiente que aprendemos de esta difícil prueba, es que cada uno tiene que hacerse responsable de su propia vida... y que la felicidad de los demás, por mucho que los queramos, no puede pasar nunca por el sacrificio de nuestra luz...
Parte de la felicidad, consiste en aprender a vivir aceptando nuestras cicatrices... tratando de "ver más allá"... y seguir amando desde la libertad de "ser" y de dejar que los demás "sean"...
¡Hay personas a las que amamos tanto tiempo, tan profunda y entregadamente!... hermanas, hermanos, padres, madres, hijos... parejas, amigos... y nos hemos acomodado a una forma de estar con ellos, de tratarlos y de ser tratados... y sufrimos las heridas de su "cariño" como parte de ese afecto que consideramos "mutuo"... y su sonrisa, su gracia, su sentido del humor, su inteligencia, su brillo... nos gustan, ¡nos inspiran tanto amor!... que "no vemos".
Pero los vientos de la vida, ¡tan sabios!, ¡tan mágicos!, guiados por nuestro poder interno... nos depositan en lugares inexplorados, llenos de promesas y regalos... y nos traen una nueva sabiduría... pero a cambio "vemos"... y ese nuevo mirar nos destroza el corazón...
Descubrir y vivir con la envidia destructiva de personas a las que amamos mucho... sentir su rechazo y su aparente "desprecio"... sentir sus celos por nuestra brillantez, por nuestra felicidad, por nuestro éxito... ¡nos hiere profundamente!........ ¡y quisiéramos recuperar lo perdido!.... ¡y volver a sentir de la misma forma!....... pero es imposible....
La lección más valiente que aprendemos de esta difícil prueba, es que cada uno tiene que hacerse responsable de su propia vida... y que la felicidad de los demás, por mucho que los queramos, no puede pasar nunca por el sacrificio de nuestra luz...
Parte de la felicidad, consiste en aprender a vivir aceptando nuestras cicatrices... tratando de "ver más allá"... y seguir amando desde la libertad de "ser" y de dejar que los demás "sean"...
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