Están siendo un par de meses difíciles Agosto y Septiembre de 2012.
No solo he vivido mis vacaciones, también he vivido desencuentros y penas, y rabia y querer pasar página...y no entender nada.
Me he sentido demasiado revuelta y confusa como para poder escribir...y realmente mis prioridades eran otras.
Pienso que todos pasamos por momentos de trompicones emocionales de los que tratamos de salir sin perder el equilibrio, y que si no nos dejamos atrapar en el victimismo, se transforman en periodos de gran crecimiento.
He sentido de golpe como cambiaba mi paisaje emocional. Me he encontrado huérfana de afectos arrancados de golpe, de costumbres tranquilizadoras, de suposiciones equívocas... Aunque también he tenido maravillosos reencuentros con personas queridas, con mi pareja y conmigo misma.
"Me siento desengañada"..."Como podía imaginar"..."Yo creía...", y digo esas cosas como si los demás o la vida se estuviesen ensañando conmigo, como si sintiesen placer por fastidiarme o hacerme daño...y entonces aparecen la exigencia y el juicio.
Y ¡Ay!, de golpe, toda mi supuesta madurez se ve sometida a un duro examen, y me tengo que recordar que vivir plenamente no consiste en no tener problemas ni desencuentros...que lo importante es ver más allá de mi conveniencia, lo que la vida quiere que comprenda...y saber tomar la realidad y las persona como son, sin que eso signifique aceptar ser manipulada, ni maltratada ni faltada al respeto.
Yo soy muy tozuda en mi voluntad de crecer y amar, pero tengo que reconocer que traspasar los límites en los que soy malquerida me duele, sobre todo cuando se trata de personas cercanas a las que que he entregado mi confianza y mi cariño.
Por lo que parece, siempre hay alguien en nuestro entorno al que estorbamos, o al que nuestra forma de ser le incomoda, o no le interesa lo que le damos, o no está dispuesto a darnos lo que le demandamos...o simplemente trata de manipularnos...y entonces, un día sucede algo y se descorre el velo...y se produce la agresión.
Durante años siempre que me sucedía esto me culpabilizaba, algo habría hecho mal...Ahora ya no siento así, aunque reflexione honestamente sobre mis actos y sus posibles consecuencias, pudiendo delimitar las responsabilidades de cada parte.
Esta actitud me ayuda a crecer en compañía y a poner límites a mi misma y a los otros.
Nadie es perfecto, y he aprendido que si no somos capaces de conectarnos desde el corazón con sinceridad y autenticidad, algo imposible en las actitudes de manipulación, las relaciones solo funcionan de una forma estereotipada y superficial, y crecemos a golpe de incomprensión, enfado y frustración.
Las aguas profundas de todos son oscuras, turbias, y llenas de una fauna y una flora que nos es desconocida...por eso no es nada raro que nuestros actos de agresión a los demás provengan de allí, de nuestros miedos e inseguridades inexplorados. Por eso agredir a otro en realidad, no es más que una forma de huir de nosotros mismos, de algo que nos atemoriza o nos hace sentir inseguros de nuestro valor.
Lo sucedido me ha permitido ver cosas que antes no veía, y aunque me haya dolido, se que ha sido un paso adelante, y se que me va a ayudar a percibir mejor la realidad, dándome fortaleza y permitiéndome sostenerme mejor en mi trabajo con los demás...y a ser más compasiva con los que quiero...¡¡y conmigo misma!!
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