Quizás fue Coco Chanel la que dijo eso de "no hay mujer fea, sino perezosa".
Por lo que parece, desde su punto de vista, y también desde el punto de vista de la publicidad y el consumo, llegar a ser bella, requiere un esfuerzo al que las mujeres deberíamos dedicarle una parte sustanciosa de nuestros recursos, tanto de tiempo como de dinero.
Es cierto que la belleza no nos asegura la felicidad, pero también es cierto que a las mujeres todo lo que nos rodea nos incita a lograr "belleza", "juventud", "glamour", como si eso fuese una panacea para poder resolver nuestros grandes y pequeños problemas.
La presión a la que nos sentimos sometidas cotidianamente para "dar la talla", es tremenda, pareciera que desde todos los rincones, unos personajillos invisibles y malévolos disfrutasen mostrándonos todos nuestro "defectos", haciéndonos sentir inadecuadas, inacabadas....y ciertamente mejorables.
Cada mujer tiene su propia experiencia con la belleza, y yo por supuesto tengo la mía.
En mi infancia, en mi familia, yo interpreté que la belleza, la esbeltez, la elegancia, eran importantes. Mi madre era bella, delgada y elegante, y yo sentí que eso le proporcionaba ciertos beneficios y gratificaciones en la vida, por lo pronto le concedía poder, y también parecía que le hacia sentirse mejor que sus amigas menos agraciadas.
Y lo que sí recuerdo con mucha claridad es que mi madre raramente se sentía feliz.
Por lo que parece, desde su punto de vista, y también desde el punto de vista de la publicidad y el consumo, llegar a ser bella, requiere un esfuerzo al que las mujeres deberíamos dedicarle una parte sustanciosa de nuestros recursos, tanto de tiempo como de dinero.
Es cierto que la belleza no nos asegura la felicidad, pero también es cierto que a las mujeres todo lo que nos rodea nos incita a lograr "belleza", "juventud", "glamour", como si eso fuese una panacea para poder resolver nuestros grandes y pequeños problemas.
La presión a la que nos sentimos sometidas cotidianamente para "dar la talla", es tremenda, pareciera que desde todos los rincones, unos personajillos invisibles y malévolos disfrutasen mostrándonos todos nuestro "defectos", haciéndonos sentir inadecuadas, inacabadas....y ciertamente mejorables.
Cada mujer tiene su propia experiencia con la belleza, y yo por supuesto tengo la mía.
En mi infancia, en mi familia, yo interpreté que la belleza, la esbeltez, la elegancia, eran importantes. Mi madre era bella, delgada y elegante, y yo sentí que eso le proporcionaba ciertos beneficios y gratificaciones en la vida, por lo pronto le concedía poder, y también parecía que le hacia sentirse mejor que sus amigas menos agraciadas.
Y lo que sí recuerdo con mucha claridad es que mi madre raramente se sentía feliz.
Cuando eres niño, la llave de tu sentimiento de autoestima, la tienen aquellas personas a las que admiras y amas. Por eso yo siempre le dí mas valor a una mirada o a un comentario de mi madre que a todos los piropos del resto del mundo. Ella era la protagonista y yo la vulnerable, insegura y dependiente. Yo la adoraba y la admiraba, y necesitaba desesperadamente su aprobación, como todos los niños, pero también necesitaba ser yo a mi manera, no una prolongación de sus valores y sus miedos.
Así crecí, con el ceño fruncido, rebelde, contestataria, coqueta hasta morir, pero irreductible en mi yo aún desconocido, sorprendente y sorprendido, confuso, dolorido.
He tenido que caminar mucho desde entonces para irme encontrando, para descubrir que hay viejas fantasías que siempre estarán ahí, aunque yo no quiera verlas, para descubrir que ser mujer, que ser persona al fin, es un trabajo a tiempo completo, y que requiere de todos mis recursos, y que por supuesto va más allá de tener la talla perfecta, y el cutis perfecto, y la juventud eterna.
He tenido que caminar mucho desde entonces para irme encontrando, para descubrir que hay viejas fantasías que siempre estarán ahí, aunque yo no quiera verlas, para descubrir que ser mujer, que ser persona al fin, es un trabajo a tiempo completo, y que requiere de todos mis recursos, y que por supuesto va más allá de tener la talla perfecta, y el cutis perfecto, y la juventud eterna.
Sigo siendo coqueta hasta morir, y es a mi madre a quien tengo que agradecerle muchas de las cosas que me hacen disfrutar de la vida.
Y también soy muchísimas otras cosas por las que me siento hermosa y valiosa, y también sé, que mis días con sus horas, yo puedo decidir dedicarlos a aquello que me hace sentir viva, libre, creativa, y sobre todo "yo a mi manera".
Y también soy muchísimas otras cosas por las que me siento hermosa y valiosa, y también sé, que mis días con sus horas, yo puedo decidir dedicarlos a aquello que me hace sentir viva, libre, creativa, y sobre todo "yo a mi manera".
Aprender a sentirme maravillosa, está siendo aprender a balancearme entre el "sentimiento de inadecuación al medio" que esta sociedad nos transmite cotidianamente a todos, mujeres y hombres, y el sentimiento de libertad y creatividad para "ser yo", que me nace de las entrañas, y que es lo mas genuino que tenemos los seres humanos.... incluidas las mujeres.
Porque una rosa es una rosa....y no es un clavel, ni una margarita ni un tigre.