(Erich From)
Incluso un ladrillo aspira a ser algo mejor.
( Arquitecto Luis I. Kahn)
Dentro de mi, unos junto a otros, en grupo o aislados, o amontonados, viven los recuerdos de todas las personas que, de una forma u otra, han contribuido a que yo sea la persona que he llegado a ser.
Entre todos dibujan un enorme tapiz, un tapiz realizado con multitud de pedacitos de muchos colores, unos grandes, otros pequeñitos, unos de colores oscuros, otros brillantes y luminosos, algunos floridos, otros de cuadros o de lunares...están suavemente unidos los unos a los otros con el hilo del tiempo, a puntadas pequeñitas y regulares, como los segundos de la vida.
Cada uno evoca una experiencia, una enseñanza, un dolor o una alegría, y un aprendizaje. En cada una de esas personas yo me mire un día, y en cada una de ellas descubrí un trocito de mi.
Muchas de esas partes me gustaron, me dieron alegría y gozo, otras me confundían y sobresaltaban, pero otras, las mas oscuras, no las quería, las rechazaba, no me gustaban para mi.
Las puntadas del tiempo me hicieron ver que fueron precisamente las porciones oscuras, las que más daño me hacían, las que me permitieron acceder a mis rincones más ocultos, las que airearon y sacaron a la luz viejos fantasmas, temores, prejuicios, recuerdos y lastre que entorpecían mi vida, mis relaciones y mis ilusiones.
Ahora sé que en este proceso de darme a luz a mi misma, me son imprescindibles todas las personas que me rodean día a día, porque todas las relaciones que fui y voy estableciendo, comenzando por las familiares, han ido permitiendo que me reconozca, que comprenda quien soy, que no me autoengañe.
Es el autoconocimiento y la aceptación de lo que soy, lo que ha alimentado mi voluntad de evolucionar y de ir transformando todas esas características, muy mías, que pavimentan ese largo camino a ser algo mayor y mejor que recorro cada día.
Porque yo soy, que le voy a hacer, un ladrillo con pretensiones.
Entre todos dibujan un enorme tapiz, un tapiz realizado con multitud de pedacitos de muchos colores, unos grandes, otros pequeñitos, unos de colores oscuros, otros brillantes y luminosos, algunos floridos, otros de cuadros o de lunares...están suavemente unidos los unos a los otros con el hilo del tiempo, a puntadas pequeñitas y regulares, como los segundos de la vida.
Cada uno evoca una experiencia, una enseñanza, un dolor o una alegría, y un aprendizaje. En cada una de esas personas yo me mire un día, y en cada una de ellas descubrí un trocito de mi.
Muchas de esas partes me gustaron, me dieron alegría y gozo, otras me confundían y sobresaltaban, pero otras, las mas oscuras, no las quería, las rechazaba, no me gustaban para mi.
Las puntadas del tiempo me hicieron ver que fueron precisamente las porciones oscuras, las que más daño me hacían, las que me permitieron acceder a mis rincones más ocultos, las que airearon y sacaron a la luz viejos fantasmas, temores, prejuicios, recuerdos y lastre que entorpecían mi vida, mis relaciones y mis ilusiones.
Ahora sé que en este proceso de darme a luz a mi misma, me son imprescindibles todas las personas que me rodean día a día, porque todas las relaciones que fui y voy estableciendo, comenzando por las familiares, han ido permitiendo que me reconozca, que comprenda quien soy, que no me autoengañe.
Es el autoconocimiento y la aceptación de lo que soy, lo que ha alimentado mi voluntad de evolucionar y de ir transformando todas esas características, muy mías, que pavimentan ese largo camino a ser algo mayor y mejor que recorro cada día.
Porque yo soy, que le voy a hacer, un ladrillo con pretensiones.