Si algo he aprendido, es que nadie nos garantiza la felicidad al nacer, mas bien, y según parece, llegamos para sufrir, para deshacernos en lágrimas ¿o acaso no nos dijeron que este mundo nuestro era un valle de lágrimas?
Este tipo de comentarios, escuchado continuamente, nos horada la moral... como una maliciosa e inofensiva gotita de agua puede horadar la piedra mas dura... y el resultado es que vivir la vida con alegría es casi una provocación, y nos cerramos a la oportunidad que los dioses nos regalan de experimentar, evolucionar y engrandecernos... pero yo lo comprendo ¿a quien le apetece sufrir?, ¿quien no se arruga en un mundo tan turbulento y con tantos pedazos grandes y pequeñitos de dolor e impotencia?
Pero llegado el momento de la verdad... y aceptado el hecho de que nadie nos asegura la felicidad al nacer, lo que también he comprendido es que la vida lo que si nos da, es la oportunidad de aprender a ser felices... uufff esto me ha hecho respirar tranquila... y para mí, es un hecho incuestionable que ha sido mi propio devenir y mi experiencia, los que me han llevado a esta liberadora conclusión.
Con este punto de partida, ya sí me siento dueña y señora de mi vida... y la felicidad sí se transforma en una meta al alcance de mi mano... porque la hago depender de mí, de la forma en que yo soy capaz de interpretar los acontecimientos, de la forma en que mis recursos y mi capacidad de integrar, comprender y evolucionar, va filtrando el día a día de mi vivir.
Durante años confié en que las personas, o los acontecimientos o las cosas, me dieran la felicidad que necesitaba, y una y otra vez sentí que nunca colmaban mis expectativas... y mi vacío parecía insaciable.
Durante años confié en que las personas, o los acontecimientos o las cosas, me dieran la felicidad que necesitaba, y una y otra vez sentí que nunca colmaban mis expectativas... y mi vacío parecía insaciable.
Así fue hasta que poquito a poco, se fueron haciendo mas importantes los detalles, el instante presente, los matices del sentimiento que antes se me escapaban, que otro tipo de estímulos que había valorado como desencadenantes de mi bienestar. En mi paisaje interior, mis picos se han suavizado... pero los valles se han hecho mucho más fértiles y llenos de colorido.
Hay muchas cosas que ya no me ilusionan como antes... pero a cambio han aparecido otras que me fascinan, que me abren a expectativas vitales profundamente conmovedoras, y que me dan paso a una plenitud que desconocía. Mis estímulos son ahora más intangibles, tienen que ver con la forma en que me relaciono conmigo misma, con los demás y con el mundo... y son una fuente de objetivos, retos y satisfacciones.
Todavía muchas veces, me enredo conmigo misma, me desconecto de mi autoestima, de mi poder, y me siento perdida en la niebla espesa y más bien oscura de mis miedos.
Se que eso se produce porque me he desconectado de mi esencia real y no me he dado espacio para el silencio, para la soledad, para el darme cuenta... y entonces, la luz que guia mi caminar se nubla.
En esos periodos que a veces son largos, no se mirar, y lo que veo me trastorna y me duele... y no me doy cuenta, y me creo una realidad que no es, y pienso que luchando, que esforzándome, que peleando, voy a conseguir cambiar las cosas...¡me río!... sí, me río porque una y otra vez la vida me va demostrando que no es así, que los cambios que pretendo aparecen mas facilmente desde la aceptación de mis límites, desde el amor a mi misma y a los demás... y desde luego no lo consigo cuando me lanzo a luchar conmigo... o con las circunstancias... o con mis supuestos "enemigos".
¿Pero que hay de la felicidad?
Todo esto me ha llevado a descubrir que existe un estado de plenitud interior, de gozo, que no tiene que ver con las circunstancias externas, ni con los estímulos que recibo; este estado se produce a partir de mí, desde mi interior, y es una mezcla de confianza y aceptación de la realidad... (porque sé que tiene sentido mas allá de mis deseos)... y del sentimiento de que soy algo más, algo mucho más grande que mi cuerpo... y mis miedos... y mis logros y circunstancias, y ese "darme cuenta" con todo mi ser, me llena de plenitud y me ayuda en los momentos en que me aprieta el zapato.
Porque no me olvido, de que para avanzar por este "valle de lágrimas", necesito zapatos, y a veces, si no he sabido elegirlos, los condenados me aprietan.
Pues mira Nyambol, no sólo te doy las gracias por esta entrada...decirte que hoy, justamente hoy me sienta como esa taza de café caliente y dulce que a veces falta y no te tomas. Y he comprendido, interiorizado y compartido cada una de tus letras, como el que saborea una maravillosa y humeante...taza de café.
ResponderEliminarMe gustan tus "pensaciones" !
Un abrazote !