En nuestras latitudes, tristemente, no se tiene muy en cuenta en el día a día. Para nuestra cultura judeo-cristiana, la humildad es una virtud... ¡y el orgullo es un pecado!...mmmm, que duro.
Pienso que equivocamos el concepto profundamente... y lo hacemos casi sin darnos cuenta... ¡tenemos tan metidas en la sangre esas ideas desde la infancia!
Que los demás reconozcan nuestras cualidades hermosas y valiosas... que reconozcan aquello que nos permite relacionarnos y enfrentarnos a la vida positivamente, que es nuestra riqueza y forma parte de nuestra esencia... y que además nos conecta con el impulso de vivir y de dar lo mejor de nosotros... ¡¡ESO ES GASOLINA PARA VOLAR ALTO!!
Halagar la vanidad de la gente y darle coba, no es lo mismo que reconocer su valor desde la honestidad del corazón... ¡Son dos energías tan opuestas!
Que diferente sería el resultado de nuestra vida, si en vez de inculcarnos el miedo a equivocarnos y a ser "censurados", nos estimulasen a asumir el riesgo de aprender equivocándonos... y también nos reconociesen nuestros méritos desde nuestra infancia... no como camino al orgullo , la rivalidad, la superioridad o la prepotencia... sino muy al contrario, como una forma de reforzar nuestra autoestima para impulsarnos a vivir sintiéndonos con recursos valiosos y suficientes.
Ya se encarga la propia vida de empujarnos para que nos estiremos con sus retos permanentes. Sí, somos inmensos por dentro, es cierto, pero... eso solo lo vivimos como potencialidad que nos presiona e impulsa hasta que no tenemos la valentía de afrontar nuestros miedos y traspasarlos... y a todos nos toca vivir nuestra porción, aunque a veces pensemos que la vida es más injusta con nosotros... ¡y es así hasta nuestro último aliento!
¿Acaso no es adecuado dar al otro lo que es suyo por derecho?... ofrecer nuestro reconocimiento es reconocer la riqueza de la que alguien es poseedor ... es conectarle con su prosperidad... no solo la material... y de paso, y no es poco, conectarnos con la nuestra... porque cuando desde nuestro corazón estamos percibiendo y reconociendo el mérito y la riqueza interior de alguien... ¡También, quizás sin saberlo, estamos reconociendo la nuestra!
Que diferente sería el resultado de nuestra vida, si en vez de inculcarnos el miedo a equivocarnos y a ser "censurados", nos estimulasen a asumir el riesgo de aprender equivocándonos... y también nos reconociesen nuestros méritos desde nuestra infancia... no como camino al orgullo , la rivalidad, la superioridad o la prepotencia... sino muy al contrario, como una forma de reforzar nuestra autoestima para impulsarnos a vivir sintiéndonos con recursos valiosos y suficientes.
Ya se encarga la propia vida de empujarnos para que nos estiremos con sus retos permanentes. Sí, somos inmensos por dentro, es cierto, pero... eso solo lo vivimos como potencialidad que nos presiona e impulsa hasta que no tenemos la valentía de afrontar nuestros miedos y traspasarlos... y a todos nos toca vivir nuestra porción, aunque a veces pensemos que la vida es más injusta con nosotros... ¡y es así hasta nuestro último aliento!
¿Acaso no es adecuado dar al otro lo que es suyo por derecho?... ofrecer nuestro reconocimiento es reconocer la riqueza de la que alguien es poseedor ... es conectarle con su prosperidad... no solo la material... y de paso, y no es poco, conectarnos con la nuestra... porque cuando desde nuestro corazón estamos percibiendo y reconociendo el mérito y la riqueza interior de alguien... ¡También, quizás sin saberlo, estamos reconociendo la nuestra!
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